En una época en que la sociedad prusiana oscilaba entre el respeto a la rigurosa disciplina militar y la seducción de las nuevas ideas de libertad que surgían en Europa, la invasión napoleónica no hizo más que acentuar el agudo contraste entre tradición y progreso. Así, cuando las autoridades francesas se hacen cargo de la investigación de unos crímenes espeluznantes, el coronel y criminólogo Serge Lavedrine requiere la colaboración del magistrado Hanno Stiffeniis con un solapado propósito: aprender los peculiares métodos de investigación que el filósofo Immanuel Kant enseñó al magistrado durante los terribles sucesos de 1804 en Königsberg. Ahora, tres niños han sido salvajemente asesinados en su propia casa, la madre ha desaparecido sin dejar rastro y el padre se encuentra destacado cerca de la frontera con Rusia. Stiffeniis y Lavedrine advertirán enseguida las complejas connotaciones que rodean el crimen: la explosiva situación política y social, el latente antisemitismo que se respira en Lotingen, e incluso una abyecta maniobra del ejército de ocupación para atemorizar a la población. Sin embargo, el hilo de Ariadna de este sórdido laberinto lo tendrá finalmente Helena, la bella esposa de Stiffeniis, que se convertirá así en inesperada protagonista de la historia. Como ya lo hiciera en Crítica de la razón criminal primer caso del magistrado Hanno Stiffeniis, discípulo de Immanuel Kant, el autor vuelve a plantear una amena e inteligente historia en la que el racionalismo y la ciencia libran una dura batalla contra el oscurantismo y la superstición.