La industria de los sentidos existe. Está aquí, entre nosotros. «La química es la industria de la felicidad», dice Mar. A Mario le hace gracia esa frase, pero un día se ve impelido a descifrarla. A tientas, irá desbrozando el camino para poner al descubierto la trama, inocente pero efectiva, que ha condicionado por completo su presente. Al principio todo le parece fruto de la casualidad. Sin embargo, unos repentinos celos que Mar siente por una antigua novia suya, Miriam, le ponen en la pista. El encuentro con ella le hace revivir un pasado convulso, la época en que quiso abandonar su vida de típico mediano empresario soltero para centrarse en mayor medida en su hija y en él mismo. A la luz de los hechos que le relata Miriam, su pasado adquiere una nueva perspectiva. Mientras migraba por las tierras andaluzas, de Sevilla a Granada, de Cádiz a Almería, a ritmo de música pop, huyendo de sus demonios, un trío de jóvenes mujeres le utilizó para conseguir lo que una de ellas llamaba la Afrodisia, una especie de aceite supuestamente capaz de sintetizar las esencias del amor entre un hombre y una mujer. La clave está en su origen y efectos. Hay quien es capaz de robar y extorsionar para conseguirlo, y también hay quien está dispuesto a matar para defender el secreto. Mario se ve obligado a intervenir, a tomar partido en esa lucha, que es también la de su propia existencia.