Avilés disfruta en la actualidad de uno de los cascos históricos mejor conservados del norte de España, que alcanzó su plenitud en la edad moderna con sus calles porticadas, plaza mayor y caños de agua en la línea de las ciudades castellanas más avanzadas de su época. A ello debe añadirse su arquitectura de la belle époque en torno a 1900, con el triunfo del modernismo y sus secuelas en un momento de industrialización un tanto desigual. El racionalismo latente y el movimiento moderno completan este importante legado en la segunda mitad del siglo XX. La arquitectura industrial de Avilés, un patrimonio de excepcional interés, no puede entenderse sin el papel esencial que jugó la ría a lo largo de su historia. Esta constituye el ojo del vórtice en torno al cual cristalizaron sus instalaciones fabriles, el espejo que reflejó con veracidad sus distintas etapas económicas y el escaparate donde se entrelazaron sus infraestructuras urbanísticas, contenedores de empresas, tráfico de mercancías y las inevitables dotaciones auxiliares como grandes grúas, todo ello animado por un entrañable paisaje humano.