La poesía de Juan Antonio González Fuentes expresa ese vivir en la inquietud de la forma y de su renovación, y más allá en la inquietud del lenguaje (inquietando el lenguaje asimismo como lo preconizaba el poeta francés Yves Bonnefoy). No se conforma con quedarse agazapado en formas familiares y tranquilizadoras, que le permitirían emitir la voz desde una posición estable. Intenta impostar la voz en las cuerdas vocales de un instrumento desconocido, asumiendo el riesgo del temblor, asumiendo su propia fragilidad, su propio desfallecer; pero es desvelando sus propios fallos como la voz poética consigue seducirnos. A semejanza de un equilibrista andando sobre un hilo, el poeta imposta la voz que retumba en el vacío, sin nunca caer. En ello radica la fuerza de su poesía, nunca suena el canto en voz cascada, voz que se pone voluntariamente en una posición peligrosa, siempre al límite de, al borde del «acantilado», en pos de una «sombra pequeña» que «por la hondura se aleja». (Idoli Castro)