La idea motriz de estas páginas es sustituir el concepto mítico de transmisión textual por el de evolución en la historia de los sistemas religiosos. Cuando nos enfrentamos al estudio de las religiones, el dogma y la ortodoxia se presentan siempre avalados por la tradición -profetología, hermenéutica-, pero cualquier análisis científico y comparativo muestra que tales dogma y ortodoxia son en realidad innovaciones o selecciones de esa misma tradición. Es precisamente la fijación de esas innovaciones ortodoxas a la tradición -compuesta siempre también por las llamadas heterodoxias- la que configura los distintos sistemas religiosos abrahámicos -judaísmo, cristianismo e islam- tal y como hoy los conocemos. Resulta evidente que cualquier ortodoxia no deja de ser una precuela construida sobre naturales heterodoxias, y sólo un estudio que admita tal continuidad retroactiva nos permitirá ver hasta dónde llega el tronco común de lo abrahámico, y hasta dónde se da esa asumida separación de los sistemas religiosos entre sí y entre cada uno de ellos y sus propias heterodoxias, pues judaísmo, cristianismo e islam no pueden estudiarse por separado ni existen tal y como hoy los reconoceríamos hasta al menos la Edad Media. En el caso del islam, ese proceso debe servirnos para explicar sus genuinas fuentes culturales, en contra del mito de una aparición extraña, alienígena, invasiva y alteradora en la historia del Mediterráneo y a favor de la tesis de un surgimiento natural en función de la evolución de las ideas religiosas abrahámicas. Abraham es el referente mítico fundacional de tres sistemas religiosos -escrito Ibrahim en el Corán y en la mayor parte de las versiones árabes del Antiguo Testamento-. Desde el título de estas páginas traemos a colación la célebre imagen de Kierkegaard -la angustia de Abraham- con una intención irónica, la de dejar de considerar en tan alta estima el papel de los supuestos fundadores de sistemas religiosos -profetas- para lograr precisamente un objetivo final de este ensayo: desmitificar, a través del estudio concreto del islam, el carácter adánico de esos tres sistemas religiosos, así como reubicarlos en un lento proceso evolutivo de ideas religiosas ambiguas y humanas.