El auge de los estudios de traducción en la década de los ochenta trajo consigo un gran interés por cuestiones teóricas e ideológicas relacionadas con este campo. Sin embargo, en general, la enseñanza de la traducción seguía aplicándose en las aulas de manera totalmente tradicional, siguiendo la instrucción: "lee y traduce". Esta situación da un giro a finales de los noventa, cuando surgen publicaciones en el área que reflejan las últimas tendencias de la investigación sobre metodología pedagógica. En ellas se hace hincapié en la necesidad de que el alumno protagonice su proceso de aprendizaje, en que haya una interacción constante en las clases y en que es preferible sistematizar los contenidos. Uno de los métodos más eficaces para conseguir todo ello es el enfoque por tareas, es decir, la secuenciación de las actividades de clase de manera gradual e interactiva que lleve a un aprendizaje significativo de la competencia traductora y a una autonomía cada vez mayor del alumno.