Coriolano González Montañez pertenece a la llamada ""generación"" de los 80, (entrecomillo generación porque este concepto siempre me ha parecido una estrategia didáctica alejada de la realidad literaria) Pues bien, por esos años 80 surge un grupo de poetas que se empeña en escribir en unos tiempos no demasiado propicios para la poesía y, en general, para la literatura, inmersa en una sociedad de consumo en la que lo que se espera de las cosas, incluso de la poesía, es lo que se pretende de cualquier otro producto: que se venda rápido y que sea rentable. Una situación de la que aún hoy, en pleno 2002, no hemos conseguido librarnos, pues seguimos viviendo en una sociedad en la que todo se vulgariza o se vuelve superficial o, lo que es más peligroso, donde lo virtual parece real o viceversa y apenas existe la capacidad de asombro, tan necesaria para todo proceso creador. Por eso no es de extrañar que estos poetas, en un principio, estén desorientados y tanteen diversos caminos hasta encontrar la voz que reconozcan como suya. De ahí la heterogeneidad de esta ""generación"" que además, dejando a un lado supuestas herencias de las vanguardias y posibles magisterios -ambas cosas innegables-, nace con el debate entre, como afirma el también escritor y poeta Ernesto Suárez, ""una concepción ensimismada"" y una ""concepción abierta"" de la poesía.