Cuando a Diógenes alguien le reprochó beber en la taberna, este respondió: ""¿Y qué tiene de malo? Lo raro sería ir a beber a la barbería y cortarme el pelo en la taberna"". A alguien que le criticó a Aristóteles haber dado limosna a un malhechor, este respondió: ""Yo sólo ayudé al hombre, no a sus costumbres"". Cuando un grupo de rencorosos aristócratas le dio una paliza al mordaz Voltaire, uno de ellos exclamó: ""No le peguéis en la cabeza, de ahí puede salir algo bueno"". ""Buscamos la felicidad -escribió Voltaire-, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo confusamente que tienen una."" Después de que los filósofos Hegel y Schelling se enzarzasen en una trifulca pública, el periodista satírico Moritz Saphir sentenció: ""Los filósofos piensan oscuramente, pero maldicen con mucha claridad"". Haciendo gala de una gran modestia las últimas palabras de Auguste Comte en su lecho de muerte fueron: ""¡Qué gran pérdida para la humanidad!"". Freud, cuyo psicoanálisis interpretaba gestos inadvertidos como expresiones del inconsciente reprimido, acabó siendo víctima de sus propias teorías y cuando en cierta ocasión, sobaba un cigarro y se percató de que alguien lo observaba maliciosamente, comentó: ""A veces un cigarro no es nada más que un cigarro"". Las anécdotas y agudezas más divertidas de los grandes pensadores.