Daniel Ortiz tiene treinta y dos años y una vida de mierda, pero, a diferencia de los millones de personas que comparten con él esta cualidad, es consciente de ello. Por motivos inherentes a los peligros de su profesión (vende máquinas de coser al por mayor), Ortiz matará a un hombre casi inocente. El crimen no le genera un gran sentimiento de culpa, pero sí innumerables salpicaduras, demasiada atención mediática y muchos problemas. ¿Cómo se deshace un señor normal de Santander, que nunca ha hecho ruido, de un cadáver? ¿Cómo enfrentarse, siendo representante de tricotosas, a una banda de traficantes de drogas con aspiraciones nasales y políticas? ¿Se le debe contar u ocultar un asesinato así a tu mujer? ¿Es cierto que un crimen solo te jode la vida si te toca ser el muerto? Estas y otras preguntas más intrigantes, que no desvelamos para no reventar la trama, se responden en esta novela.