Mario Martín (alter ego del autor de este libro) lleva una vida moderadamente feliz. Está casado. Tiene un hijo. Ha aceptado entregar las mañanas, desde hace más de veinte años, a la Función Pública a cambio de un sueldo que cada tarde le permite errar por sus sueños literarios y seguir esperando el día siguiente sin grandes sobresaltos. Pero uno de esos días, el menos pensado, le llega por la espalda la estocada del alzhéimer: su madre y su tía -con las que compartió hogar hasta la fecha de su boda- han dejado atrás la senda de la memoria y la cordura. Mediante una prosa límpida y candente, Mario nos adentrará en la delirante y conmovedora odisea cotidiana de esas dos mujeres prófugas de sí mismas, desbocadas en un extravío sin retorno, actrices inconscientes de una comedia de equívocos que será motivo de hilaridad y tormento para los forzados -por sus vínculos de sangre- a interpretarla junto a ellas. En este cauce abierto por el narrador, desde el nacimiento hasta la desembocadura de una enfermedad que sabotea todos los puentes afectivos -el enfermo de alzhéimer es un mártir que martiriza-, Mario acabará por sumergirse en la mayor mortificación que este mal produce: la culpa de ser hijo de quien ya no puede ser tu madre. Pero una vez rebasados todos los límites de resistencia junto a ella, ¿cómo llevar a cabo su abandono?, ¿dónde hallar la puerta de escape de nuestro propio corazón?