Si aceptamos que, tras la crisis de las éticas con pretensiones universalistas, la actitud moral significa, como mínimo, no aumentar el sufrimiento ajeno, esto se traduce, para el autor, en la responsabilidad de los intelectuales de realizar lecturas positivas de la realidad social, ni que decir tiene que desde el realismo sociológico y no desde la utopía filosófica. En este sentido, el presente libro intenta rastrear las posibilidades abiertas por la emergencia de un individuo cuya figura cobra especial relieve al difuminarse las estructuras sociales que lo rodeaban en la modernidad y las cuales le proporcionaban apoyo y seguridad pero también dependencia y subordinación. Por otra parte, si bien el libro estudia el cambio que sufren las relaciones sociales, no descuida por eso el problema de cómo se acerca la Sociología a su objeto de estudio. También esta relación ha cambiado en los últimos tiempos, tanto, que algunos de los planteamientos centrales de las sociologías fenomenológicas, fundamentales para comprender la evolución de la disciplina en las últimas décadas, podrían estar invirtiéndose.