Desde hace unas décadas, nuestras sociedades se han visto atravesadaspor una obsesión memorialista sin precedentes. La necesidad derecordar los pasados traumáticos se ha impuesto así, casi sinpercatarnos, como una obligación moral que, supuestamente, nos llevará a evitar futuros enfrentamientos y desgarros. El mantra «quien olvida su historia está condenado a repetirla» sintetiza a la perfecciónesta idea, formando ya parte de todo un sentido común de época. En'Tejer el pasado', las politólogas Sandrine Lefranc y Sarah Gensburger cuestionan de raíz esta concepción tan extendida.Este borboteo incesante del pasado en nuestro presente ha propiciadola aparición de toda una 'industria de la memoria' cuyos esfuerzos, en opinión de las autoras, están dirigidos de manera ineficiente. Y esque, según argumentan, el despliegue de todas estas accionesmemorialistas no contribuye de manera necesaria a alumbrar sociedadesmás pacíficas o tolerantes.Su análisis, por tanto, no parte de la idea preconcebida de que caberecordar para 'nunca más' repetir errores del pasado, sino que secentra en el modo en que, según las ciencias sociales, los individuosoperamos en nuestros campos de referencia. ¿Cómo hacer que laspolíticas de memoria puedan ser realmente eficaces De este modo, estebrillante estudio dinamita un lugar común como punto de partida, paraa continuación instituir un nuevo promontorio desde el que repensar el modo en que deberíamos recordar o no de manera colectiva, a fin deconstruir sociedades más justas.