""Un símbolo ayuda a pensar. Al definir la comunidad religiosa bajo la doble imagen de hogar y taller -dice el autor-, he querido expresar en ella dos de sus dimensiones fundamentales: la de ser sacramento del amor de Dios, por sus vínculos de comunión hacia dentro, y la de ser agente del Reino de Dios, por su acción misionera hacia fuera. No es que ambas dimensiones sean en absoluto separables. Comunión y misión son funciones del reino de Dios y, por tanto, ambas son apostólicas. Se hacía preciso, sin embargo, distinguirlas, aunque sólo fuera a nivel formal, poque cada una de ellas tienen su propio dinamismo y necesita su original cultivo"". El contenido de este libro se agrupa, pues, en torno a dos ejes relacionados entre sí. El primero es la presentación de la comunidad religiosa como hogar y taller a un tiempo. Ni sólo lo uno ni sólo lo otro. La frustración le llega a la vida religiosa por vivir cualquiera de estos dos polos por separado. Comunidad dice relación esencial a comunión y a misión indudablemente experimentadas. El segundo eje es la afirmación de que, para mantener vivo y operante el seguimiento radical de Jesús, por el que se define la vida religiosa, es necesario que la comunidad juegue el papel de principal estructura de apoyo. La tensión misionera de los religiosos necesita encontrar en la comunidad, y en su doble función, el ámbito humano y espiritual de su viviencia y desarrollo, porque ""la fe de mis hermanos confirma mi propia fe"". José Antonio García (48 años), nombrado director de la revista ""Sal Terrae"", de la que ha sido redactor-jefe durante años, es experto en temas de ""vida religiosa"" y tiene actualmente a su cargo a una comunidad de estudiantes jesuitas de teología.