Como en todos o casi todos los países, en el nuestro existen desdeantiguo partidos, grupos y movimientos cuyo propósito ha sido lademolición del régimen constitucional vigente. Sin embargo, ningunohabía logrado la fuerza electoral o política suficiente para ponerloen verdadero riesgo. La existencia de grandes partidos con fuerterespaldo electoral y holgada mayoría parlamentaria, había bastado para conjurar estas amenazas. La tragedia de nuestros días es que a estosdesafíos, encarnados por el independentismo y por el populismo deextrema izquierda, vino a sumarse un nuevo actor, el PartidoSocialista de nuevo cuño, al que hoy con más propiedad algunos llamansanchismo: unos buscan la secesión de Cataluña y el País Vasco, otrosansían la superación del actual modelo constitucional y su sustitución por otro de corte populista, y los últimos ambicionan, simplemente,mantenerse en el poder, y para ello se apoyan en los anteriores acosta de ceder a sus exigencias. Sin embargo, las terrazas estánabarrotadas, las playas se llenan en vacaciones, la vida sigueà Sí, es cierto que el Gobierno a lo mejor se pa