Con «Todas las semanas tiene martes», el autor nos muestra hasta qué punto un ser humano puede modificar su comportamiento en función de las circunstancias que le toca vivir y de su propio entorno. ¿Vamos improvisando o alguien conoce, de verdad, la hoja de ruta de su vida? En Blanca -la protagonista de esta historia- podemos reconocer dos etapas perfectamente diferenciadas. La primera de ellas está marcada por el desorden y huida hacia ninguna parte, mientras que la segunda etapa está dominada por la madurez sentimental. Lo que sin embargo no esperaba Blanca es que cuando por fin había logrado alcanzar una envidiable estabilidad emocional, apareciese algo capaz de desbaratar su vida y descubrirle su auténtica fortaleza. «Todas las semanas tienen martes» es una historia de amor con mayúsculas. Amor a la vida y a la persona en la que te reconoces a ti mismo para poder emprender el viaje de luchar y disfrutar, cada día, como si fuera el último.