Que Pablo García Baena (Córdoba, 1923) resulte casi desconocido en tierras de América no debe extrañar a nadie. Más lamentable resulta que los demás integrantes del grupo Cántico hayan sido ignorados en su propia patria hasta mediados de los años setenta del siglo pasado, cuando fueron descubiertos por los novísimos, que lideraban Gimferrer, Carnero, Vázquez Montalbán y otros. Hasta ese momento, García Baena y sus compañeros permanecían inmersos en un largo exilio interior, silenciados y olvidados por (casi) todos, mientras proliferaban, a su alrededor, poetas y tendencias que iban del más ramplón garcilasismo de la década del cuarenta al realismo social de los cincuenta y sesenta; y de éste al estallido del poema veneciano, con su enjambre de epígonos de principios de la siguiente década. Ninguna antología de época, de las que se publicaron en la España franquista, y ningún estudio importante sobre literatura, aparecido en libros y revistas, se ocuparon de aquellos cordobeses que, en fecha tan temprana como difícil -octubre de 1947- dieron vida a una de las experiencias más sustanciales ocurridas dentro de la lírica española de posguerra. José Pérez Olivares