Unos cerdos que cantan, una mujer misteriosa, un funcionario diligente, algunos empresarios preocupados, un ganadero agobiado, un animalista de opereta, un aspirante a reportero, una joven de pechos extraordinarios, un iceberg siberiano, dos veterinarios desconcertados, un comercial alpinista y sus becarios, un policía alérgico a la sangre, un hombrecillo lésbico..., y muchos más personajes que podrían estar sacados de la vida real. Todos ellos se encuentran sumergidos en un misterio que empieza con el relato sangriento de una vieja leyenda rusa sobre unos cerdos asesinos. Dicho de otra manera, ¿es permisible comer primates?, ¿y otros mamíferos?, ¿y aves, reptiles, peces, crustáceos, insectos...? ¿Dónde está el límite y bajo qué criterios se establece? En esta novela se evidencia la hipocresía del homo depredador y del homo consumidor. Cuando tenemos hambre emerge nuestra naturaleza más animal y devoramos sin remordimientos. Y, por mucho que exijamos el bienestar de los animales de producción, ¿estamos dispuestos a pagar el coste que esto representa? También es preocupante la tendencia, de los que vivimos en el primer mundo, a invertir la escala de valores nutricionales.