Jesús aparece como algo radicalmente nuevo y definitivo, al anunciar el reinado de Dios. La teología de la liberación hunde sus raíces en el Evangelio para liberar y hacer recobrar la dignidad a los seres humanos oprimidos. Jesús la llevó a cabo. Además se nos presenta como la nueva creación y el Hijo de Dios en sentido único. A su vez, nos envía su propio Espíritu para hacernos hijos de Dios y experimentar la hermandad universal, excluyendo así el dominio y el sometimiento de unos para con otros, y la libertad con la que hemos sido creados y a la que no debemos renunciar porque es esencial. Jesús es el rostro visible de Dios Padre; al Padre, que es Espíritu, lo conocemos solamente a través de Jesús. Y el Padre de Jesús se ha revelado también como Padre de toda la humanidad, echando así por tierra las barreras discriminatorias de el Dios de Israel. Esto constituye una auténtica revolución en la teología.