Tomemos el camino iniciado por Ricœur, quien, de la mano de Aristóteles, reconoce en el Mythos, en la trama, la estructura lingüística más conveniente para decir aquello en lo que consiste "devenir un sí mismo". ¿Caben relatos que digan más pertinentemente qué es un sí mismo? La aparición, cada vez más insistente, de otros modos de narrar ―extraños y peculiares por su falta de estructura y por su condición de narraciones decepcionantes― cuestionan que la trama sea el modo narrativo que más le pertenece a la identidad personal. Tal sería el caso de P. Handke, J. Winkler, H. Müller, T. Bernhard, C. Lispector, E. Jelinek, D. Kis o W.G Sebald. Entonces cabría la posibilidad de relatarnos no ya para sostenernos, para apacentarnos con viento ―en palabras de Sánchez Ferlosio― sino para decir más verdaderamente lo que somos: ruido y furia. «Es significativo que la relación que aquí se aprecia entre nuestra lectora y la literatura sea tan radicalmente filosófica. La lectora ha escrito un texto en el que destellan los aspectos más nodales del pensar contemporáneo, que en su realidad no deja de ser clásico. No se trata de que haya escudriñado asuntos filosóficos en los textos literarios, es que lo que resulta filosófico es su propia lectura, su mirada, su consideración, porque trata a los textos como la literatura se trata a sí misma».