Pensar que la educación espiritual y religiosa comienza con la Enseñanza Primaria constituye un error. Desde el mismo momento del nacimiento, el sujeto se convierte en un ser que aprende, y, desde ese mismo momento, padres y educadores deben iniciar su tarea. Crear la infraestructura, las condiciones óptimas para que el niño pueda sentir a Dios es una labor desde el primer día del nacimiento. Por este motivo es imprescindible conocer todos los procesos que influyen en la maduración y desarrollo intelectual de cada cual, para estimular y fomentar las condiciones que permitan formar su intelecto y también su espíritu. Los procesos de enseñanza-aprendizaje son complejos, y es necesario conocerlos, saber en qué condiciones se da cada uno y estar preparados para utilizar cada metodología en función de aquello que se pretende enseñar. Así se optimizan los resultados. La formación religiosa en la educación infantil conforma la etapa más compleja y decisiva en la formación del sujeto como persona que piensa y siente.