Miguel y Luisa protagonizan una larga historia de amor que se inicia durante su juventud en un entorno rural empobrecido y perpetuamente azotado por la lluvia. La dependencia emocional que ambos construyen crece y se consolida lejos del barro y de la soledad de sus orígenes, en una ciudad deslumbrante, seductora, receptora de miles y miles de hombres y de mujeres que como ellos intentan conquistar el futuro, aun a riesgo de dejarse la piel en el intento. Sobreviven Miguel y Luisa a la miseria, al desarraigo, a la añoranza, a la adversidad, pero no consiguen escapar de la fatalidad que se cierne sobre sus vidas. Para que nunca amanezca introduce al lector en el lado oscuro de la cotidianeidad y en el drama insondable que se proyecta como una maldición sobre sus protagonistas, elevando a la categoría de gesta lo que en un principio no es más que la trayectoria vital de personas que no alcanzarán jamás notoriedad alguna. Amor, riesgo y coraje se funden en la búsqueda de una felicidad intuida, de un porvenir que merezca la pena ser vivido.