Las ocupaciones nacionalsocialistas y las de la Unión Soviética condujeron a miles de personas a lanzarse a una lucha oculta por defender sus patrias, sus vidas y su dignidad, tanto en el Este como en el Oeste de Europa. A causa de la división producida por la Guerra Fría nadie había intentado hasta ahora realizar una interpretación global de la resistencia contra la Alemania nazi y contra la Unión Soviética. Porque en realidad la Segunda Guerra Mundial no concluyó hasta que a finales de los años 1950, los últimos guerrilleros en España, en Grecia, en Rumania, en Lituania, en Ucrania o en los bosques polacos, se dieron por vencidos o fueron exterminados. Estos grupos partisanos habían sucedido a los movimientos clandestinos que en el violento huracán de la Segunda Guerra Mundial habían combatido contra sus respectivos invasores. Muchos de los últimos partisanos habían integrado aquella clandestinidad antinazi o antisoviética, incluso ambas. Esta es la primera historia de la Europa clandestina.