Esta es la historia de un escritor de mediana edad que para combatir el tedio de una relación de veinte años de casado con la misma mujer, hace un viaje por Internet en busca de asuntos relacionados con la exploración afectiva y emocional de sus interlocutores. Es verdad que el escritor sólo se relacionó con mujeres, pero no puedo sentirme culpable por eso. Espero que este libro os incomode tanto como a mí me incomodó durante todo el tiempo que me llevé escribiéndolo. Es una novela con algunos prejuicios y muchas verdades, contrariando el título de la obra que presento. Al final, estamos todos (lectores y autor) en los preliminares de las verdades sexuales de cada uno de nosotros. Cuando en lo virtual se prepara un encuentro y se avanza hacia lo real, todas las construcciones emocionales que presentamos al otro corren el riesgo de disiparse. ¿Hay excepciones? Claro que las hay. Construir en lo virtual para destruir en lo real, sin perder la consciencia del engaño. Las personas se sienten atraídas por lo sicológico de las relaciones virtuales. Sin embargo, ¿no será la realidad, la gran verdad de los sentimientos? Lo virtual es una piel que se desnuda ante un otro. ¿Desnudas la piel que creaste en ese proceso virtual y después lo que deseas que sientan por ti? Tal vez nunca desees que te sientan como una máscara emocional que el otro ha creado sobre tu persona. Luego, lo virtual no añade rigurosamente nada positivo a tu propia realidad. La confunde. La subvierte. En lo virtual, los sentimientos recurren al proceso poético para explicar deseos y sensaciones. Es ahí donde todo falla. Se crea una imagen tan perfecta de uno mismo frente al otro, que la realidad trata de asegurarse que está equivocada. Jugamos, pues, a un juego virtual sin contar con las reglas impuestas por lo real. La ilusión es la frontera donde los dos mundos se enfrentan. Importa tratar otra cuestión en un proceso tan complejo: ¿será que lo virtual es el arrojo y lo real la cobardía? Los que escriben a cubierto en este biombo existencial, ¿escriben aquello que verdaderamente sienten, o lo que desearían ser y sentir? ¿No será que nos transformamos en seres más verdaderos y perfectos en tanto que sentimos que alguien nos observa a partir de esa retina virtual con ánimo de analizarnos?