Desde un presupuesto hermenéutico-narrativo este libro intenta implicar al potencial del pensamiento complejo para poder ofrecer una respuesta cualitativa al reto con el que se enfrenta la universidad actual. La actitud no es del todo conforme a la predominante cultura de la calidad. Por ello el planteamiento de la reflexividad pretende reintroducir variables de componente ético a partir de las cuales reconsiderar críticamente lo que verdaderamente implica la excelencia en educación superior. Por mucho que pretendan enmascararlo los discursos más institucionales y oficialistas, resulta preciso sustraerse de la estructura meramente bidireccional que sustenta el binomio universidad-sociedad. Quizás la clave se pueda encontrar en reclamar una universidad que no obedezca a meros esquemas de instrumentalización social para reivindicarla reflexivamente como una universidad cuya labor fundamental no sea tanto la de enseñar como la de aprender. Para todo ello los argumentos del autor recurren a la psicología culturalista, a los enfoques de investigación-acción reflexiva, a planteamientos antropológicos y ontológico-educativos y a la necesidad de reformar el pensamiento mediante estructuras epistémicas coimplicativas. La parte final es la que insiste más explícitamente en ver las posibilidades que puede tener la idea de reflexividad hermenéutica en la educación superior para no tener que renunciar a una implicación ética frente al excesivo eficientismo actual.