TRES convicciones motivan y vertebran el contenido de este libro: 1) Sin la luz y la fuerza del Espíritu Santo no es posible confesar que Jesús es el Señor; pero «el Espíritu actualiza en la Iglesia de todos los tiempos y de todos los lugares la única revelación traída por Cristo a los hombres, haciéndola viva y eficaz en el ánimo de cada uno» (Juan Pablo II); 2) «El Espíritu de Dios con admirable providencia guía el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra» (Vat. II); «será por tanto importante descubrir al Espíritu como aquel que construye el reino de Dios en el curso de la historia» (Juan Pablo II); 3) «El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo» (Vat. II). Con estos tres ejes se agolpan muchos interrogantes: ¿Cuál es la confesión permanente de la Iglesia Católica sobre el Espíritu Santo? ¿Qué relación hay entre Jesucristo y el Espíritu? ¿Qué criterios tenemos para discernir dónde actúa el Espíritu de Dios? Si éste con su fuerza re-nueva ya la faz de la tierra, ¿cuál es el papel de la Iglesia, «templo del Espíritu»? ¿Qué rasgos más salientes debe tener hoy una espiritualidad cristiana? Éstas y otras preguntas han provocado los distintos capítulos de este libro.