A comienzos del siglo XVI las funciones del arquitecto y del ingeniero no sólo estaban unidas, sino que a menudo sus profesiones correspondientes se denominaban con términos intercambiables. Alberto Durero, como hicieron Leonardo o Miguel Ángel, también se interesó por la dependencia entre la edificación de fortificaciones y la urbanística y por las propiedades estéticas de la construcción abastionada. Esta idea amplia y creativa del «arte de la guerra» le movería a estampar en octubre de 1527 su Tratado de arquitectura y urbanismo militar, el último escrito personal que vio editado en vida, seis meses antes de fallecer. El Tratado es la primera obra impresa sobre la adaptación de perímetros defensivos a las necesidades de la guerra moderna, esto es, al desafío de las armas pesadas de fuego. Se ocupa tanto del asiento ex novo de fortalezas y ciudades como de la fortificación de núcleos urbanos y burgos preexistentes. Su publicación pionera puso fin al secretismo imperante en la ingeniería de la época, dando a la luz un volumen consagrado a divulgar de la manera más clara posible los principios rectores de la arquitectura militar. La presente es la primera edición crítica del Tratado realizada en cualquier idioma, vertida al castellano a partir del alemán original y confrontada con los bocetos y textos manuscritos previos. El texto de Durero se acompaña de una completa introducción y de un estudio filológico que ayudan a situarlo en su contexto histórico y cultural.