En torno al proyecto editorial de la casa Ackermann, afincada en Londres pero con inequívoca vocación trasatlántica, se amalgama el destino de José María Blanco White, José Joaquín de Mora, Pablo de Mendíbil, José de Urcullu o Joaquín Lorenzo Villanueva, exiliados todos ellos de una España tiránica y despótica en la que Fernando VII había segado de raíz las esperanzas liberales anunciadas por la Constitución de Cádiz. Bajo el paraguas de ese proyecto, con el que Ackermann trata de dotar a las incipientes repúblicas hispanoamericanas de una cierta cultura liberal -sin perder nunca de vista los aspectos necesariamente crematísticos del negocio libresco-, este grupo de autores no solo se gana el jornal con el que sobrevivir en el exilio, traduciendo sin descanso publicaciones inglesas de muy diversa índole y, en algunos casos, firmando sus propias obras literarias para el público americano, sino que pretende también, cada autor a su manera y con diferente grado de intensidad, dar lugar a una verdadera comunidad hispanoamericana, cuya base de entendimiento y lazo de unión sea la cultura compartida y, sobre todo, la lucha contra el despotismo a ambos lados del Atlántico.