El poemario desarrolla, desde los orígenes, el nacimiento de un nuevo ser a este mundo que conocemos de una forma física pero que viene viajando desde otros mundos nombrados como limbo, cielo..., incluso de vidas anteriores. Así comienza el primer capítulo de esta obra: «Estoy en el principio de la carne», donde leemos un pequeño verso «Aquel sinfín de rostros me empujó / a los karmas que aún me pertenecen». Isabel explica de una forma tan bella como sutil estas verdades profundas, pues el nacimiento de cada nuevo ser no ocurre de manera fortuita, la vida así como la muerte no es algo que se decide. Existen unos seres elevados encargados de realizar una gran obra de infinita inteligencia y precisión para ubicarnos en un tiempo, lugar y familia, lo cual nos permite nacer en un ambiente adecuado al tipo de experiencias que necesitamos. Es una obra enorme de sincronicidad y perfección absolutas de la cual, además, normalmente, se trata de un PLAN con el que nosotros estuvimos de acuerdo.