Este libro pretende ofrecer ideas para una biografía artística de Carmen Laffón. A lo largo de veinticinco epígrafes presenta las líneas generales de su obra, analiza algunas de ellas, señala a algunas personas que fueron importantes para su trabajo (desde sus maestros, Manuel González Santos y Miguel Pérez Aguilera, a amigos como José Bergamín, Fernando Zóbel o Gerardo Rueda) y subraya la capacidad de la autora para unir géneros tradicionales e incorporar lenguajes contemporáneos, de acuerdo a la poética de cada obra. Sugiere diversas etapas en su ejecutoria. A sus trabajos iniciales de los años cincuenta, sigue un período -a partir de su primera muestra en la galería Biosca- en el que sus obras se miden con el público. En 1967 comienza una época definida, cabría decir, por su descubrimiento de la luz y un empleo del color afín a la pintura moderna. Esta madurez se confirma en 1979 cuando comienza tres grandes series, los armarios, la fusión entre paisaje y bodegón y las vistas del Coto En 1993, finalmente, comienza a trabajar la escultura, consecuencia de su preocupación por el espacio, que dejará huellas en su modo de concebir el dibujo y la pintura. El libro, por último, revisa algunas de las calificaciones que se han dado a su obra. Propone cuál es el realismo de Laffón, alerta sobre los abusos que encierra la expresión realismo mágico y muestra que su noción de intimidad deriva de las tensiones típicas de la individualidad moderna y no debe confundirse con la idea de privacidad.