Con frecuencia, Agustín Díaz Pacheco alcanza la dignidad de los clásicos. Actualmente, su obra comienza a ser objeto de estudio en algunas universidades de Estados Unidos. No sin paradoja -o como reacción natural- este autor, fuera de los circuitos de consumo, no encuentra dificultades en ser comprendido y admirado por jóvenes lectores, insatisfechos con lo que hay. Varios de sus cuentos integran el syllabus de The University of Georgia, además de haber sido seleccionado -con Roberto Arlt, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Ernesto Sábato y Elena Poniatowska- para encabezar diferentes proyectos de análisis de la literatura hispánica. Libros como El camarote de la memoria, Proa en nieblas, Breves atajos y Línea de naufragio, obras de Díaz Pacheco, por citar algunos de sus libros, significan una forma de resistencia, una negación y una confirmación: es esa otra voz que la propaganda ignora o pretende acallar. Es esa voz incómoda, admirable, que no encaja ni en la literatura de consumo ni se rebaja al viejo panfleto político. Es así que sus cuentos van de la simplicidad elegante de una historia razonable hasta tocar y vulnerar los límites de la comprensión racional. En la pluralidad, en la desafiante exposición de sus historias, Agustín Díaz Pacheco reconstruye un ser humano complejo, alienado y devastado por la propaganda. Su literatura radica en enfocar su halo de luz sobre esa otra parte de la naturaleza humana, quizás la mejor, quizás la más valiente, que se resiste a perecer en un mundo de simulacros.