La ciudad de Huéscar presentaba en el siglo XVI algunos caracteres que la hacían peculiar en el contexto del reino granadino. En primer lugar, era la única ciudad de señorío, concedida primero de forma vitalicia al condestable de Navarra, y, después, no sin resistencia de su oligarquía, a la casa de Alba. En segundo término, es de las pocas ciudades granadinas que desarrolló un enfrentamiento armado contra su señor en el levantamiento de las Comunidades castellanas. En tercer lugar, el juego de intereses entre grandes propietarios de rebaños de ovino (los ""señores de ganados""), los propietarios agrícolas, los gobernadores del duque, la minoría morisca y los comerciantes genoveses se manifiesta en tensiones permanentes entre los diversos grupos sociales. En definitiva, su poderosa oligarquía controlaba los recursos de su término, manejaba a su antojo el concejo, y no dudaba en enemistarse con los gobernadores de los duques de Alba o con el propio señor. En este marco es en el que tuvieron lugar una serie de pleitos entre el señor y el concejo por diversas razones, entre las que destaca la pretensión de la ciudad oscense de tener privilegios fiscales semejantes a los concedidos por los soberanos a las ciudades de realengo vecinas. El documento que se estudia y transcribe nos relata las vicisitudes de estas disensiones y las dos Concordias a las que llegaron los vecinos y el duque en la segunda mitad del siglo. Acuerdos que fueron, en definitiva, una forma de cesión por el señor ante las presiones de los oligarcas locales.