Durante su primer medio siglo de existencia, los Estados Unidos de América sufrieron un espectacular desarrollo que convirtió a la joven república en una de las naciones más poderosas del mundo. El Norte, industrial, en crecimiento, que se convertía en un imán para miles de emigrantes de todo el mundo. Y el Sur, rural, agrario, apegado a sus tradiciones y costumbres, con una economía orientada a la exportación de algodón y tabaco. Las tensiones entre los dos modos de vida se fueron agravando rápidamente, lo que generó finalmente una crisis en noviembre de 1860. Se había prendido la chispa que los llevaría a la guerra. En el conflicto -el más duro del siglo XIX, si exceptuamos las Guerras Napoleónicas, y el mayor jamás librado en el continente americano-, combatieron casi tres millones de hombres. Cerca de 620 000 morirían, más de 412 000 volverían heridos, y amplias zonas del Sur quedarían completamente devastadas, lo que generaría una brecha en el país que tardaría décadas en cerrarse.