La noche, un hombre sin sueño, una mujer dormida. Él se abandona a imágenes que solo afloran en el duermevela y siente que «el insomnio es un animal oscuro con los ojos rojos como ascuas». De uno en uno van desfilando los amigos de otro tiempo -un antiguo marino entregado al alcohol que redacta partes meteorológicos, un estudiante japonés que aparece en medio del «aburrimiento vigilado» de la Barcelona franquista- con esa presencia fantasmal que adquieren los recuerdos antes de la madrugada. Las vicisitudes de esos personajes, sus destinos no siempre probables, la mayoría de las veces imaginados, permiten al lector preguntarse por el verdadero lugar que uno ofrece en su vida a los demás. Como un barco que navega mostrando su obra muerta -es decir, la parte que sobresale del agua, mientras que la obra viva es la que permanece sumergida-, este magnífico relato de José Luis de Juan avanza majestuoso, suspendido entre el amanecer y la noche, el presente y la memoria.