Un verano otoñal sobre las colinas, como un poema en prosa. La brisa es un ritmo ligero que siento sin oírlo en la humildad de los matojos. La hierba tira a amarilla, imágenes ascéticas que seducen a la retórica imitando sus argucias. No hay más júbilo en estas quebradas que el que sugiere el ir y venir de los gorriones, un ir y venir tan comprensible como absurdo. La naturaleza es un cuerpo desprovisto de abalorios y adornos a la espera de quema duren los higos, las uvas, las granadas y el olvido de los deseos que la lluvia despierta. «Si no fuera por esta oscura necesidad de poesía, no necesitaría nada» -dice el poeta, ya con menos entusiasmo y menos errores-. Camina, los médicos le han aconsejado que camine sin rumbo, para que el corazón se despreocupe y recupere la salud. Si bisbisea, carece de importancia. El verano no se presta a la declamación, o muy poco. El verano es poema en prosa indiferente a las águilas que planean en las alturas. "Como un poema en prosa", de Mahmud Darwix.