Hoy ya nadie habla de la Iglesia y del Estado como de dos instituciones que el sentido común o el movimiento de la historia nos hubiesen enseñado a distinguir. Actualmente estamos mejor preparados para entender cuántas adherencias e interferencias ocultaría un corte demasiado claro entre lo sagrado y lo profano, lo espiritual y lo temporal, entre clérigos y laicos. El libro propone un análisis del concepto de «cesaropapismo» que pretende estigmatizar una perversión típicamente bizantina de las relaciones entre Iglesia y Estado. Pretende asimismo hacer de Bizancio el lugar donde fueron forjadas y criticadas la mayoría de las fórmulas que se reutilizaron más adelante en el Occidente medieval y moderno. Se esfuerza en desmontar los mecanismos de una historiografía que describe un mundo cristiano desde siempre dividido en dos áreas culturales: una occidental donde quedarían separados los «poderes» temporal y espiritual, y otra oriental donde se confundirían.