Jimmy Sullivan tiene trece años y vive en un orfanato. Hasta los once, jamás se había separado de sus padres ni había salido de Raggleton, una pequeña ciudad costera de Nueva Zelanda. En aquel tiempo, su mundo tal vez no fuera perfecto: las escenas de vida familiar que se representaban a diario ante sus ojos tenían muy poco que ver con las que describían sus amigos; su hermana mayor vivía en un internado y no sabía nada de lo que sucedía. Jimmy estaba solo, sin nadie con quien hablar o a quien pedir explicaciones (salvo Dios, claro, algún día arreglaría cuentas con Él...), pero tenía sus recursos, era fuerte, jamás se rendía durante una pelea y también era el primero de la clase. Volviendo la vista atrás, Jimmy comienza a entender cómo los acontecimientos que se desarrollaron a sus once años se transformaron en aquel torbellino que lo zarandeó de lado a lado sin que él pudiese comprender nada y que lo arrasó todo: Raggleton, sus amigos y su familia. Esas cosas no deberían sucederle a un niño. Un niño no tendría que preocuparse por sus padres, ni por nada de nada, o puede que un poquito por el colegio... Jimmy Sullivan es una de las obras neozelandesas más celebradas del s.XX.