Los apellidos Cravan y Loy eran dos seudónimos: ambos personajes habían querido inventar parte de sus vidas. Alguien dijo, muchos años después de la desaparición de Arthur, que Mina, desde niña, «estaba condenada a unirse a un hombre tan fuera de lo común». Los dos vivieron en el París de las vanguardias, los dos mezclaron «el gran arte con cierto desorden en el vivir», quizá porque nunca entendieron la modernidad únicamente como una sintaxis -que también-, sino como un arte distinto de vida. Mina no amó al principio a Arthur, pero éste cayó fulminado ante ella enseguida. Desde ese momento, ya en Nueva York, creció aún más una de las grandes leyendas del siglo XX, la del poeta boxeador con múltiples personalidades que se vuelve «otro» en cada reunión: bufón de circo que encanta a los hombres o figura tierna que enamora a las mujeres. Las cartas de este volumen narran viajes y separaciones, fantasías y desencuentros. Cravan unas veces se muestra depresivo; otras, exultante de amor. Escribe sin parar a su amada, a veces incluso tres cartas al día. Cartas completas, cartas interrumpidas, tarjetas postales... Hasta su misteriosa desaparición en el Golfo de México.