Este libro contiene un único y extenso poema, uno de los más hermosos de nuestra poesía reciente. Un poema dividido en tres tiempos distintos: el del hospital, el de la conversión en humo -la cremación- y el de la ausencia -no siempre terrible-. Un poema que entronca con muchos otros, pero en especial con estos versos de Emily Dickinson: «Mi amigo debe de ser un pájaro, / porque vuela. / Mortal debe de ser mi amigo, / porque muere». «El arder ilumina, da a luz un vuelo ligero, que se aleja del peso del mundo. Hay una raíz cristiana en esa visión de la muerte. La resurrección de los creyentes una vez acabado el «valle de lágrimas» está en el origen del libro; pero aquí no hay referencias a la divinidad ni exhortación al bien, y, sobre todo, no hay culpa... El intento de digerir lo inexplicable de la muerte está en el fondo común de las distintas civilizaciones. Javier Codesal entra en un tema universal y lleva a cabo su particular versión de él, ajustándose al tiempo que le toca vivir y con una interpretación llena de hallazgos.» Luis Marigómez