«Happy Constitution», Feliz Constitución, se le decía, hace poco más de un par de siglos, a la de Inglaterra, Constitución primogénita y prolífica. Una sociedad patriarcal e imperialista produce los elementos de aquella felicidad: el individuo como sujeto de derechos de libertad y el jurado como institución de justicia entre iguales, básicamente. El sujeto de igualdad era el varón propietario europeo. No gustan recordarlo las posiciones constitucinales ni considerarlo sus exposiciones históricas, mas conviene percatarse e ilustrarse no sólo para comprender un pasado, sino también para manejar un presente. Entre lastres culturales y limitaciones lingüísticas nace el constitucionalismo. A casi todo lo ancho de un mundo de múltiples culturas y diversísimas lenguas viene pugnando por expandirse y arraigar. Afronta ayer y arrastra hoy el reto. Este libro parte y se ocupa de unos orígenes para medir y marcar unas distancias. Procede a contemplar un pasado ajeno, por histórico, porque le importa un presente propio, por constitucional, y conlcuye en la actualidad. En suma, partida de nacimiento y certificado de conducta del constitucionalismo por cuidado con su edad y preocupación por su futuro.