Juan Eduardo Cirlot escribió Nebiros, la única novela en su obra, en el verano de 1950. Su editor debía de haber sido José Janés, pero la censura española no autorizó la publicación por considerarla «de una moralidad grosera» y «repugnante». En el epílogo, Victoria Cirlot explica las vicisitudes de este manuscrito que ha permanecido olvidado y perdido durante más de medio siglo para retornar fantasmagóricamente justo en el centenario del nacimiento del poeta. Nebiros relata el paseo nocturno de un personaje por los prostíbulos de una ciudad portuaria, nunca nombrada, dentro de un clima denso y agobiante. Las calles, los bares, la gente, las prostitutas, son percibidos por un ojo que traspasa las fronteras de lo real para alcanzar las zonas de la alucinación. Las imágenes del mundo exterior se confunden con los monólogos interiores del protagonista a través de los cuales el lector asiste a una concepción del mundo, profundamente nihilista y abismada en el problema del mal. El nombre que da título al libro es el de un demonio y ciertamente infernal es el viaje propuesto. La novela se sitúa en una tradición muy concreta, que no es otra sino la de aquella literatura ocupada en el mal, tan bien diseñada por Georges Bataille.