Las cámaras de seguridad nos han dado la tranquilidad de tener a alguien velando por nosotros. Pero también la incertidumbre de que siempre habrá algún otro vigilándonos. La ciencia ha erradicado enfermedades, pero también ha creado monstruos e infecciones impensables. El correo electrónico, las redes sociales, un teléfono en el bosillo: consuelos para la soledad, mejoras en la comunicación, pero también el principio del fin. Acosadores, stalkers, suplantadores. Atacantes de nuestro confort. Con un imaginario y una estética absolutamente personales, Alberto Chimal -una de las grandes revelaciones mexicanas de los últimos años- nos ofrece, agazapado entre siete magistrales relatos, el terror con el que convivimos, aun sin percatarnos. Un libro de cuentos de miedo -no necesariamente de horror- que mira en las esquinas más negras de nuestra sociedad, sin renunciar tampoco a la imaginación más libre, a la mirada más fantástica, al humor e incluso a la poesía. Aunque esta sea la poesía que llega con el final del mundo. De Alberto Chimal se ha escrito: «Un narrador que no puede desprenderse, para nuestra fortuna, (...) del afán por describir aquello que sólo puede ser creado con palabrass», Verónica Murguía, La Jornada; «Para los lectores algo cansados con el modo realista en el que se desenvuelve buena parte de la literatura latinoamericana contemporánea, Chimal es un escritor imprescindible», Edmundo Paz Soldán, La Tercera; «Así funciona la narrativa de Chimal: con potencia. Tiene poder, tiene eficacia, engancha», Sara Mesa, Estado Crítico; «Uno de los narradores más polifacéticos e imprevisibles de la literatura hispanoamericana actual», Marco Kunz, Quimera.