El mundo unipolar construido en torno a una única potencia hegemónica hace aguas por todas y cada una de las arterias de esa frontera. La probada ineficacia de la política exterior americana en Afganistán sólo ha sido superada en su despropósito por el ejercicio sistemático del terror de la Federación Rusa en el Cáucaso, obcecada por reconstruir su viejo imperio euroasiático, y la miopía europea que sigue negando el ingreso de Turquía en la UE, cuando el objetivo de la paz pasa por extender su ejemplo de democracia laica, que integra y se deja dirigir por un partido democrático islámico, a la totalidad de los países de la región. Pero también este objetivo de paz pasa por que nosotros mismos adecuemos nuestra percepción del mundo como occidentales a lo que se vive en las calles de nuestros barrios y ciudades, y seamos capaces, en consecuencia, de desterrar de nuestros imaginarios las fobias y los prejuicios más excluyentes.