Los evangelios no son un libro de religión. No puede serlo un libro en el que el protagonista, Jesús de Nazaret, fue odiado y perseguido por los dirigentes religiosos hasta el juicio y la condena a muerte. Porque fue la religión la que mató a Jesús. Lo dice el evangelio de Juan: Nosotros tenemos una Ley y, según esa Ley, tiene que morir (Jn 19, 7). Pero el enfrentamiento de Jesús no fue solo con la religión de Israel, sino con cualquier forma de entender y practicar la relación con Dios que anteponga la observancia de los rituales a la vida y los derechos de los seres humanos. Esto es lo que Jesús no soportaba. Por eso los evangelios no nos presentan una forma de practicar la religión, sino un proyecto de vida. Es decir, unos valores, unas convicciones, unos criterios para vivir en este mundo de forma que seamos buenas personas hasta el fondo de nuestro ser. Por esto se puede decir que el centro del Evangelio no es la Religión, sino la Bondad. La Bondad con mayúscula y sin limitación alguna. Los que pensamos que Jesús es el elemento central de nuestras vidas, necesitamos leer, entender y asimilar el Evangelio, teniendo en cuenta que una lectura religiosa del mismo dificulta que lo entendamos y lo vivamos. No se trata de marginar o excluir la religión, sino de habituarnos a una lectura evangélica de la vida.