Nuestra vida política y jurídica está lastrada por experiencias prerreflexivas que actúan subliminalmente seleccionando los datos que han de ser tenidos en cuenta y orientando la solución de los problemas. El gran filtro interpretativo de la cotidianidad vino dado por la imagen del mundo que se apoyó en el mecanicismo de Newton y de su escuela, que desbordó los márgenes de la ciencia física y se erigió en todo un estilo de vida. Hoy están superados aquellos moldes veteromecánicos. Einstein, Planck, Heisenberg o Gödel han hecho que hoy el antaño método científico por excelencia permanezca como una mecánica de validez simplemente sectorial. Pero la reflexión sobre el derecho y la política ha permanecido prácticamente intacta, al margen de estos cambios, hasta hace pocos años. Más recientemente ha acusado el impacto del golpe, pero sigue aferrada a las consecuencias más inmediatas, de tipo fenomenista, que fueron propias de aquel método. Este ensayo trata de mostrar la operatividad de aquellos viejos condicionantes y sus pervivencias en la teoría actual. Cuestiona especialmente si es lícito seguir dependientes de las consecuencias empiristas una vez que el empirismo ha sido superado, y propone volver al estudio de los razonamientos jurídicos sin aquellas anteojeras que hoy ya carecen de sentido.