Francisco Candel, Paco Candel (Casas Altas, Rincón de Ademuz, 31 de mayo de 1925), autodidacta de barrio, es uno de nuestros autores vivos más prolíficos y más queridos. Dotado de una singularidad narrativa y lingüística inimitables, de un estilo tan propio que «empieza y acaba en sí mismo», Candel ha sabido hacer, como pocos, profesión de libertad expresiva, sin dejarse impresionar por otro magisterio que el de la realidad de la vida. A los dos años llegó a Barcelona, ciudad a la que sus padres habían emigrado. Ha vivido siempre en los barrios de la actual Zona Franca (Can Tunis, las Casas Baratas, el Port), escenarios fácilmente identificables en muchos de sus relatos y novelas. Paco Candel, leyenda viva de la Barcelona no burguesa y de la literatura española, maestro en la descripción del paisaje y el paisanaje metropolitano suburbial, ha publicado más de medio centenar de libros, entre los que destacan Hay una juventud que aguarda (1956), Donde la ciudad cambia su nombre, Han matado un hombre, han roto un paisaje, Los otros catalanes, Los que nunca opinan o Un charnego en el Senado. Francisco Candel es ya un autor clásico, entre otras razones, como él mismo gusta de escribir, por el número de títulos publicados y de reediciones agotadas. Estas son las memorias de una infancia muy marcada por una guerra y dilatada en tres infancias: una primera (divertida) de once años anterior a la Guerra Civil, una segunda (temeraria) de tres años que se desarrolla durante la Guerra Civil y una tercera (melancólica) de dos años posterior a la Guerra Civil, todas ellas rebosantes de episodios intensamente humanos y en las que la sangre y los humores, calientes, de los cuerpos corren a borbotones: la de los partos y las reyertas, la del campo de batalla y la de las fosas comunes y la del yugo y las flechas y los primeros palotes nacionalcatólicos: la letra que con sangre entra. Estas son las memorias de una infancia dura y tierna, de una dulce y ácida promiscuidad, de cuando las ciudades (desde el extrarradio de Valencia hasta las faldas del Montjuïc barcelonés) eran barriadas o vecindarios o casas o puertas siempre abiertas a la calle, convertida en la grande y casi única escuela de la vida. Estas son las memorias de la primera memoria de Francisco Candel, que nos cuenta, con su estilo inimitable, de manera nada vanidosa ni pavera, la primera historia de su vida, la de un hijo de la Guerra Civil. Una mirada atrás sin ira que conserva todo el frescor y la gran verdad sobre la vida que sólo atesoran las almas más auténticas, las de los niños y las de quienes han sabido envejecer con una parte de su infancia a cuestas.