Si bien puede afirmarse que la acción de especular pertenece a la misma naturaleza humana ya la entera economía, es dentro de las finanzas donde despliega toda su fuerza, donde hace sentir más claramente sus efectos y donde debe afrontar las críticas más duras. Algunas de estas críticas podrían formularse así: ¿es éticamente aceptable que una persona gane en un día, en unas horas, lo equivalente a la deuda externa de un país subdesarrollado?; ¿es lícito que la seguridad económica de todo un país pueda resquebrajarse por las "maniobras" de unos pocos especuladores?; ¿plantean algún problema ético las ingentes sumas de capital que se mueven de un lugar a otro del mundo buscando los máximos rendimientos?; ¿alargan este tipo de operaciones la distancia entre los países ricos y los más necesitados?; ¿atentan contra la economía productiva?; etc.
Aunque en los últimos años no han faltado quienes han intentado responder a estas preguntas, un juicio ético sobre este fenómeno y sus repercusiones -como muestran estas páginas- no resulta sencillo.