Un manifiesto y una propuesta filosófica para recuperar (reciclar más bien) términos que tuvieron una cierta potencia crítica y ahora yacen en el basurero de un discurso disciplinado que ha abandonado la casa común del sentido de lo humano. Nos manifestamos aquí en un espacio que en otro tiempo fue común: el territorio de las humanidades. Aquel espacio común se perdió en una suerte de especialización de especialistas que olvidaron todo lo que de utópico y performativo tenían los textos viejos, o se convirtió en ornamento de una sociedad consumidora de novelas y "experiencias" históricas pero incapaz de elaborar su experiencia. En este espacio olvidado pero aún no perdido quedan lugares desde los que pensar e interpretar lo que nos pasa. Quienes levantan los muros creen que su función es no dejar entrar, pero todos los muros y fronteras se construyen para no dejar salir. Quienes se encierran tras los muros están encerrados de por vida en las cárceles que ellos mismos se han construido, aunque crean que son paraísos. Quienes habitamos en la aldea global que ha creado la tecnología no nos sentimos cómodos encerrados y definidos por fronteras geográficas, lingüísticas, culturales o disciplinares. La tecnología nos ha convertido en una suerte de monstruos de la naturaleza. Pero la tecnología es la producción de seres que son también producto de la tecnología: los humanos. Monstruos de la naturaleza, aunque monstruos prometedores.