La conmovedora historia de un vigilante de museo que encuentraconsuelo y significado en su día a día entre los pasillos del MuseoMetropolitano de Arte. Una obra imprescindible para los amantes delarte.Millones de personas suben cada año la gran escalinata de mármolpara visitar el Museo Metropolitano de Arte, pero solo unaprivilegiada minoría tiene acceso ilimitado a todos sus rincones yrecovecos: son los vigilantes, que deambulan discretamente en trajesazul marino, con un ojo atento al tesoro de 185.000 metros cuadrados.Absorto en el inicio de su glamorosa carrera en The New Yorker,Patrick Bringley nunca imaginó que acabaría siendo uno de ellos. Todocambió cuando a su hermano mayor le diagnosticaron un cáncer terminal, momento en el cual sintió la imperiosa necesidad de alejarse delbullicio cotidiano. Así, dejó el semanal y buscó consuelo en el lugarmás bello que conocía. Para su sorpresa, y para deleite del lector,este refugio se convirtió en su segundo hogar durante una década. Loseguimos mientras custodia delicados tesoros desde Egipto hasta Roma,pasea por los laberintos bajo las galerías, desgasta nueve pares dezapatos y se maravilla ante las bellas obras bajo su cuidado. Bringley entra en el museo cual fantasma, silencioso y casi invisible, peropronto encuentra su voz y su tribu: las obras de arte y sus creadores, y la vívida subcultura de los vigilantes del museo —,unmagnífico mosaico de artistas, músicos, operarios incondicionales,inmigrantes, bromistas y soñadores —,. Conforme se fortalecensus vínculos con sus colegas y con el arte, llega a comprender loafortunado que es al vivir entre las paredes de ese pequeño universoque tanto se asemeja a las mejores facetas de nuestro mundo, al queregresa con gratitud de manera gradual.Toda la belleza del mundo es un retrato sorprendente e inspirador deun magnífico museo, sus tesoros ocultos y las personas que lomantienen en funcionamiento, escrito por uno de sus más íntimosobservadores.