La Ciencia es una creación humana de tan variada multiplicidad que ocupa cada vez un mayor y más privilegiado espacio en el pensamiento y en la vida actuales. El protagonismo de todas y cada una de las disciplinas que forman el tronco del pensamiento científico es producto de un largo proceso evolutivo que surge de la mera curiosidad y que se ha ido desarrollando por la vía de la necesidad. La ciencia es una actividad viva porque sus teorías nacen, crecen, se reproducen y mueren dando lugar a cuerpos de doctrina más ambiciosos y veraces. Por eso la ciencia más que ninguna otra actividad intelectual humana es una inevitable confrontación de pasado y futuro. Claude Brezinski ofrece en El oficio de investigador una serie de consejos y de técnicas para la investigación que han de ser de utilidad para las personas que aspiran a pasar de la categoría de estudiosas a la de creadoras. La obra consta de tres partes. En la primera, se atienden aspectos concretos de la formación del investigador y se esbozan las técnicas documentales adecuadas para iniciar la actividad. La segunda parte aborda las cuestiones metodológicas pertinentes, respaldadas por una atinada antología de testimonios de eminentes científicos que permiten conocer la génesis de ciertas creaciones y descubrimientos. La última parte está dedicada a explicar las técnicas que facilitan la comunicación de los hallazgos mediante la expresión oral o escrita. Numerosas citas jalonan estas páginas, alentadoras todas ellas para quienes se inician en un camino tan apasionante como dificultoso -lo es el de la investigación científica-, y vertebradas por una persistente invitación cursada a los hombres de ciencia para que adquieran un mínimo de cultura sobre la historia de su disciplina y la de las disciplinas vecinas.