""La Acción"" (1893), obra cumbre de Maurice Blondel y a la que debe su celebridad, significa un gigantesco esfuerzo por elaborar una respuesta totalizadora a la pregunta por el sentido de la vida humana y, eonsecuentemente, de la realidad integral en que ésta se instala. De esa manera la filosofía blondeliana de la acción se enmarca en los grandes intentos por iluminar y desvelar el sentido de la totalidad de lo real. Blondel realiza este trabajo, fiel al método de inmanencia propio del pensamiento circundante y tomando en serio la sospecha sobre el sentido de lo real que estaba, y sigue estando, en la base de la crisis de la cultura moderna. Entiende que el riguroso análisis de las condiciones de posibilidad de la acción humana supera toda sospecha sobre el sentido de la vida y otorga verdadera consistencia ontológica a ese intento trascendental de su búsqueda. Creemos que la publicación de la versión española de La Acción, a un siglo de su aparición y en una cultura manifiestamente en crisis como la de nuestro tiempo, contribuye a replantear ese enigma siempre actual y renaciente. Encontramos su actualidad, sobre todo y por contraste con una parte significativa del pensamiento posmoderno, en su confianza en la razón para abordar, de modo unitario, la tarea del sentido de la vida y de lo real. Blondel apuesta fuerte por la capacidad de la razón para iluminar la gran aventura de la vida y se esfuerza por descubrir, en la riqueza de la acción, cuyo riguroso análisis de sus propias condiciones de posibilidad ex-pone, ese hilo que le conduzca hasta la meta de su sentido más granado, que necesariamente va más allá de los exclusivos contornos humanos. La actualidad no se encuentra siempre ni principalmente en el hecho de embarcarse en naves que navegan en dirección idéntica a la que se considera, por suma cuantitativa, la dirección válida de lo actual. Muchas veces, se merece y se alcanza la librea de verdadera actualidad, más bien, por las aportaciones necesitadas y generosas que vienen a llenar vacíos clamorosos de una cultura claudicante. Creemos que Blondel se lo merece, sobre todo, por esto último.